aminar es condición ineludible. de ese caminar surge la sorpresa, la emoción del lugar. el laberíntico entramado de la calle árabe del albaicín es la antesala de el trillo. cobi jado a medio camino entre el darro y san nicolás, el carmen de el trillo es uno de esos amplios oasis que aparecen inesperadamente cuando se deja atrás la estrechez de la calle.
La antigua huerta de la casa es ahora un jardín. Su belleza radica precisamente en la reinterpretación de esa ambientación que le da origen. Belleza que encontramos en sus árboles frutales, que nos marcan el paso del tiempo; en el sonido del agua, heredado del sistema de acequias para el riego de la huerta; y también, cómo no, en la interesante cualidad de mirarse a sí mismo, de ser ese espacio de calma y tranquilidad del que se enorgullecían los árabes para dejar apabullados a sus visitantes.
En los días fríos o lluviosos el tiempo transcurre en el salón interior, en lo que antes había sido la casa. Un ambiente elegante en donde se ha prestado especial atención al detalle, de luces íntimas y de fuego en el hogar, pensado para detener el tiempo, conservar el instante. La imponente Alhambra, vislumbrada tan sólo a retales desde el jardín, se nos muestra con todo su esplendor al subir a la terraza, este sí, un espacio abierto a las vistas para aquellos que no pueden resistirse a una velada bajo la siempre atenta mirada de la Ciudad Roja.